Ayer me llegué por la tarde a la biblioteca del Centro Cultural Bellavista, que pertenece al ayuntamiento de Madrid, y fíjense que me encuentro en la puerta una mesita del Partido Popular con afiliados repartiendo fotografías a diestro y siniestro, cual estrellas de rock, de don Alberto Ruíz Gallardón y doña Esperanza Aguirre, sólo faltaba que fueran los mismos empleados municipales de la biblioteca los que hicieran ese acto partidista en la misma entrada de la institución pública que pertenece al ayuntamiento donde gobierna ese mismo partido. Bien que se cuidaron de no poner mucho cartel identificativo del Partido Popular, parecía que los cuatro abuelos afiliados estuvieran repartiendo la propaganda electoral de forma casi clandestina. Me sentí indignado porque, como siempre, este partido conservador, se salta a la torera las formas y las normas de la ética democrática allá en donde gobierna, y siempre va buscando la manera de cruzar la frontera de lo que es correcto para jugar con ventaja con respecto a los demás partidos, en una posición de abuso. Da la impresión de que no confían demasiado en las reglas del juego democráticas, porque quizá piensen que saldrían perdiendo o sienten que los demás partidos son fuerzas ocupantes de un entorno que les pertenece por derecho natural. Quién sabe. Debe ser que por el carácter español no son aconsejables las mayorías absolutas, ni para la izquierda ni para la derecha, y lo mejor siempre serán las coliciones o gobiernos en minoría, obligados a pactar y a consensuar con otros partidos. Lástima que no haya muchas más derechas en España, y que sean los nacionalistas conservadores los que tengan que pactar siempre. Se aconsejaría algún partido liberal, o demócrata cristiano, como en otros lares europeos, y no este macromonstruo de la derecha que todo lo quiere abarcar y que todo lo arrasa cuando gobierna.
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