DOS VASCOS

Conozco a dos vascos que viven en Madrid. Uno nació y vivió la mayor parte de su vida en un pueblo de Guipúzcoa con un núcleo muy duro batasuno y que ha sido patria chica de varios etarras y kale borrokeros. Me contaba que en su cuadrilla de amigos era habitual encontrar a batasunos, ertzainas, indefinidos y él mismo, que no se mojaba tampoco y lo más que hizo fue meterse en otra religión por otras razones personales. Me decía que el clima era irrespirable y tenebroso, ya no soportaba el lavado de cerebro diario de la ETB con el mensaje moscacojonero del PNV en el poder en los tiempos duros de los 80 y 90. Él conocía a un batasuno cuya madre era cashera de toda la vida (de caserío, vamos), que hablaba euskera mejor que castellano pero que se sentía española y no comprendía los líos de su hijo. Mi amigo se acabó hartando de aquella situación, de no poder opinar líbremente y se largó a otra región a buscarse la vida.

El otro vasco nació en San Sebastián, hijo de buena familia. Tiene una buena profesión de técnico especializado y vive con un buen nivel económico en Madrid. Es treintañero y un poco pijo. En una conversación informal, comenzó a relatarnos que un borrokero que estaban juzgando en la Audiencia Nacional había sido compañero suyo enn el instituto, y que era buen chaval con una familia muy maja. Entonces empezó a contar que el recuerda cuando la policía daba palos a la gente en las calles de Donosti en los 80 y que comprendía como ese chaval se había hecho de la kale borroka porque su hermano etarra estaba preso en Canarias, y fíjate tú esa familia qué culpa tenía y que por qué tenía que ir tan lejos a ver al hijo y hermano etarra, que si reagrupasen a todos los presos, la kale borroka (familiar) se acabaría. Ante nuestros argumentos contrarios, este burguesito vasco, como no sabía replicarnos, quiso cortar la conversación diciendo que en Madrid no sabíamos de verdad lo que pasaba en Euskadi y que nunca lo entenderíamos, porque los medios de comunicación de aquí no lo contaban todo. Claro, tendríamos que ver la ETB para enterarnos de la otra mitad peneuvista, ¿no?.
Este chaval no entendía que en Madrid él podía expresarse con libertad, e incluso decir una opinión que no gustara a la mayoría y aún así no ser dibujado en el centro de una diana. Él sólo pensaba en su compi de la escuela juzgado como una víctima del sistema por la malísima Audiencia Nacional.
Creo que muchos pijos peneuvistas piensan así porque durante mucho tiempo han sido la élite intocable por las pistolas de los etarras, que los veían de los suyos, nuestros verdaderos vascos. Y porque ellos han visto a los batasunos y etarras como los hijos descarriados. Cuestión de clasismo y de poder, porque las pistolas les facilitaban que no hubiera alternativa política real a su gobierno, al amenazar y matar a socialistas y populares. Así es fácil perpetuarse en el sillón y que las élites pijas de san sebastián se tomen sus pintxos tranquilamente o dirijan sus empresas sin que les molesten demasiado, quitando alguna donación anónima a ETA de vez en cuando.

Son dos visiones del drama vasco. Uno, el primero, se fue cuando comenzó a pensar diferente del entorno nacionalista y pro-terrorista que le circundaba. El segundo, nunca pensó diferente, salió de su tierra por motivos profesionales y sentimentales pero nunca se sintió perseguido ni censurado, porque pertenecía a aquellos que no fueron nunca tocados.
Es verdad que hay que vivir allí para entender muchas cosas, pero también es verdad que muchos han tenido que salir de allí una vez que las han entendido.