RAJOY Y EL PATRIOTISMO


Con motivo del pasado doce de octubre, fiesta nacional de la hispanidad, Mariano Rajoy se dirigió a los españoles en un mensaje televisivo. El número uno del PP y aspirante al título de presidente del gobierno, adoptó un tono solemne, presidencial, y nos animó a todos a demostrar ese día el orgullo de ser españoles, a sacar una bandera y exteriorizar ese sentimiento.
Ese día tan señalado del orgullo patrio, yo me dirigía en coche a casa de unos amigos, por la carretera de Colmenar (Comunidad de Madrid), y observé no pocos coches que llevaban incorporada una banderita rojigualda que ondeaba al viento. También vi en un paso elevado de peatones a unos chavales adolescentes que portaban un par de banderas que abultaban más que ellos, y las meneaban con entusiasmo. En algunos balcones, también brotaron las banderas nacionales como por generación espontánea. ¿Era esto el "efecto Rajoy"? ¿Había conseguido el sucesor de Aznar tocar una fibra sensible?
Mientras conducía, adelanté a un todoterreno mercedes con banderita del día de la hispanidad. Llevado por la curiosidad, eché un rápido vistazo a sus ocupantes. Vi a una pareja madura que parecía sacada de las páginas a todo color de El País dominical. Clase media-alta, satisfechos, tez bronceada, cabello abundante y saludable (exquisito corte, impecable peinado), ropas de marca llevadas con buen gusto, cutis hidratado, cuerpos danone de gimnasio y masajista. Debían de dirigirse a su chalet de la sierra. Después constaté que otros vehículos que llevaban la oriflama también eran, en su mayoría, todoterrenos, también eran mercedes, bemeuves, audis, volvos. Por qué será, me pregunté, que esto del orgullo nacional arraiga mejor entre las clases pudientes. ¿Será tal, vez, me dije, porque ellos confunden las excelentes condiciones de su burbuja de clase con la situación nacional, porque creen que viven, pues, en el mejor de los mundos? Esto me lleva a la siguiente pregunta. ¿Qué es eso de sentirse orgulloso de ser español? Según el diccionario de uso de la lengua, "orgullo", en su primera acepción, significa "Exceso de estimación propia que hace que una persona se considere superior a los demás". La segunda acepción dice: "Satisfacción grande que siente una persona por algo propio que considera muy bueno o digno de mérito". Y la tercera: "Amor propio, valoración y estima que se tiene uno mismo". Todos me transmitían un regusto a autoindulgencia, autocomplacencia, orejeras de pollino para limitar la visión periférica, ego con esteroides. ¿Qué será eso de sentirse orgulloso de ser español? ¿Un estado de gracia, una cuestión de fe, o algo que se adquiere a base de proponérselo y perseverar? La patria, como dios o el medio ambiente, es puro humo. Inaprensible, huidizo, cambiante. Demasiado grande para ser abarcado. No digo que no existan, pero nosotros, simples mortales de entendederas limitadas y ciclo vital tan corto, no podemos hacernos una idea.

Tal vez alguien que hubiera estudiado mucha historia, un hipotético ciudadano que hubiese vivido cientos -o miles- de años y conocido distintas épocas, que hubiese residido en distintas regiones el tiempo suficiente para sentirse oriundo, que hablase, además del idioma de todos los españoles, el euskera, el catalán, el gallego, que hubiera desempeñado diversos oficios, pertenecido a todos los estratos sociales, convivido y trabajado con (y tratado, amado y odiado a) decenas de miles de españoles de todo género y condición, este utópico y sabio inmortal nos podría decir algo de sustancia sobre lo español, sobre la patria, sobre el orgullo. Por supuesto, también tendría que haber viajado por otras tierras extranjeras, conocer otras lenguas, otras gentes, otras historias. A falta de alguien tan cualificado para iluminarnos, nosotros, simples mortales, sólo tenemos acceso a una parte infinitesimal de la realidad. Lo cómodo es dar por sentado que nuestras percepciones son universales, que el mundo está hecho a imagen y semejanza del que se desarrolla en nuestra particular y reducida burbuja. Los símbolos vienen muy bien. Atribuimos a una estatuilla o a un paño con colores la representación de la idea abstracta. Después hacemos el cambiazo y el objeto sustituye a la idea. Así se puede manejar, agitar, besar o quemar. Así puede un político hablarnos de ello y, por ejemplo, animarnos a sacar la patria a pasear en una festividad nacional. Tal vez es más fácil conectar con ese orgullo del que hablaba Rajoy cuando se tiene un sueldazo como el de él. O si se consigue olvidar los miles de niños, mujeres, civiles muertos por los bombardeos "inteligentes" de la invasión de Irak, la que nuestro ex presidente Aznar apoyó con entusiasmo. Tal vez para muchos la patria es equivalente al "establishment". Y si ellos funcionan bien dentro de la estructura de poder que hay montada, todo va bien y sacan y agitan la banderita. Lo que sospecho es que su banderita tal vez no es la misma -o no significa lo mismo- que la de los que están en el paro, los que tienen que esperar meses para una operación o una prueba médica, los trabajadores explotados y puteados por los contratos basura, las subcontratas, los ciudadanos ahogados con los precios astronómicos y delictivos de la vivienda, los que sufren la escasez de jueces, de policías, de maestros, de médicos. Esos ciudadanos, los de la España mayoritaria y subterránea, no tienen tiempo ni ganas para hacer exhibición de orgullo patrio el doce de octubre. Propongo que el día doce de octubre se aproveche para meter en la cárcel a unos cuantos constructores, para intervenir el precio de la vivienda y que valga exclusivamente lo que han costado el suelo, los materiales y la mano de obra, más un razonable margen de beneficio; para sacar una ley que obligue a los editores de libros de texto que no los cambien cada año, para que así la gente los pueda revender, regalar, prestar: para hacer que sean los periodistas y escritores los encargados de redactar esos mismos libros de texto, tanto escolares como universitarios, y dejen así de ser tamaños ladrillos indigestos; para declarar ilegales las subcontratas y las empresas esclavistas. Celebremos el día de la hispanidad con medidas políticas que hagan justicia y que mejoren la patria. Con cada medida de esas, saldremos al balcón y pegaremos un trompetazo, como hacen los hinchas de fútbol con cada gol de su equipo."

Mientras tanto, busco la patria por toda la casa y no la encuentro. "Cariño, ¿Dónde has puesto la patria? No está donde la dejé la última vez". "Yo qué sé, ¿Has mirado en los cajones, en el armario, en el mueble de la cocina?". Nada, Rajoy, que no encuentro la patria. Pero tiene que estar en alguna parte, digo yo.
Escrito por SMUFO.

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