SÍGUEME


Recuerdo que, cuando estaba en los primeros cursos de primaria en un colegio religioso concertado, vi un cartel pegado en los cristales de un aula donde aparecían las huellas de un hombre con túnica blanca y sandalias que se alejaba hacia el desierto, o el mar, y en grandes letras aparecía escrita la expresión “Sígueme”. Creo que fue lo que más me llegó del mensaje cristiano que aquellos franciscanos se afanaban por hacernos entender, y que no conseguían, porque la Trinidad, la santidad de María o intrincados dogmas y actitudes autoritarias de esos hombres nos habían hecho alejarnos del evangelio. Un sencillo cartel con un dibujo de la silueta de Jesús presentándose como ejemplo a seguir, como modelo de comportamiento, hizo más por entender el simple y esquemático mensaje del cristianismo, centrarnos en la vida y obra (mitificada y acaso inventada) de aquel esenio, rabino heterodoxo ó asceta, que al igual que Buda y Mahoma, dio unas pautas de modos y maneras de comportarse para los hombres y mujeres de bien. Nunca me convencieron los relatos de divinización de aquel hombre, tomados de tantas fuentes, fueran egipcias, zoroastrianas, platónicas, etc.. Yo personalmente no creo ni necesito que Jesús sea Cristo ó Dios. No creo en seres sobrenaturales, ni en superhéroes inmortales. No necesito el premio de la vida eterna para hacer buenas acciones. Sólo deseo su ejemplo.

Nunca me gustó la imagen del Cristo sufriente y agonizante, ese satánico dios muerto de las iglesias y de la semana santa. Me atrajo más el Jesús luminoso, alegre y vivo.
Al igual que me pareció un engaño toda esa santería pagana que disfrazaba creencias más ancestrales. Prefiero el paganismo original de seres primordiales de la naturaleza, los árboles, las aguas mágicas, las fuentes, las hadas. No hay nada malo en ello, incluso fomenta el amor y la reverencia a la Naturaleza.
El Jesús que habla con los animales es el chamán que no se ha alejado del entorno natural, es el monje zen que medita en la cueva.

No venimos de ningún pecado original sólo por haber nacido, el sufrimiento físico no nos acerca a ningún dios, no debemos resignarnos ante la injusticia, no necesitamos a ningún sacerdote-intermediario para relacionarnos con nuestro dios interior.

Es curioso cómo fue un cartel franciscano el que me acercó al protestantismo. Cuando he estado en Holanda, Inglaterra o Alemania, me han gustado las iglesias luteranas y calvinistas, tan sobrias y descarnadas, sin apenas imágenes. No necesitas nada para recogerte y hablar con tu dios, o con tu amigo. El Islam, el judaísmo es sabio. Decoran sus mezquitas y sinagogas con caracteres de las lenguas en las que están escritos sus libros sagrados. Se someten a la Palabra, al Verbo.

La santería católica es primitiva y supersticiosa.
Da para juegos literarios, batallas mitológicas en los cielos entre las huestes aladas del Bien y del Mal y esoterismos varios. No tiene una utilidad práctica en la vida corriente, es sólo literatura.

Por eso admiro a los cristianos como una corriente mística y benevolente del judaísmo, comunitaria y autogestionada, sin dependencias externas vaticanas.

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