Crónicas desde el corazón



..Yo sigo de viaje, llevo ya una semana en Nuadibú, viviendo también aquí experiencias que me enseñan mucho de la vida. Hice la ruta en tren por el desierto, doce horas (sin exagerar) más nueve de espera en un poblado en medio del desierto. Tuve la oportunidad de conocer mucha gente interesante y vivir alguna que otra aventura. El tren era para verlo, la gente toda tirada por el suelo durmiendo (aunque conseguí ir sentado casi no tenía espacio para estirar las piernas, los pies los metí debajo de una señora gordísima que me los mantuvo muy calentitos), con hornillos de gas encendidos preparando el té, otros haciendo palmas y cantando canciones tradicionales hasta las tantas de la madrugada. Cuando amanecías te dabas cuenta de que estabas lleno de polvo, y cuando lo olías resultaba que era el polvo de hierro de todas las toneladas de mineral de hierro que transporta el tren.

Muchas experiencias en definitiva pero la que más me ha tocado fue en Atar la visita que hice al centro para niños malnutridos que dirige una hermana española de las Hijas de la Caridad, sor María Jesús, médico. En Rosso y en el otro centro para niños malnutridos de Atar, que dirige otra hermana española, esta enfermera, ya había visto niños malnutridos pero ha sido en el centro de María Jesús que he visto por primera vez un niño como esos que se ven en los telediarios, como esos de Etiopía que veíamos cuando éramos pequeños. Era una niña mora de año y medio aproximadamente. Supe que era niña porque me lo dijo la hermana porque lo único que se veía era un esqueleto viviente con una cara de sufrimiento imposible de olvidar. Estaba en los brazos de su madre que parecía también ausente de la realidad. Era una escena que helaba el corazón. Las miraba casi a escondidas porque sentía vergüenza de ser sólo un espectador pasivo de tanto sufrimiento. Le pregunté a la hermana que cuáles eran las causas de la situación de esa niña. Me contestó que la pobreza que obliga a muchas familias enteras a hacer una sola comida por día y que sume a las madres en la ignorancia. No podía dejar de preguntarme, en el día que por fin haya justicia, quién responderá por este crimen y por el de tantos otros niños y niñas que mueren de hambre en un mundo en el que hay riqueza para todos. El tren del desierto (dos trenes por día) transportaba toneladas y toneladas de mineral de hierro de las minas mauritanas a los barcos que parten para los países ricos del norte. Un país que no llega a los tres millones de habitantes, con uno de los mayores bancos de pesca del mundo (cuyo principal explotador es España), y ahora con Total y Repsol comenzando la extracción de petróleo, ¿cómo es posible que la gente se muera de hambre? Aquí hay quien me dice que España no tiene problemas de conciencia a la hora de deslizar un sobre bajo la mesa del ministro de pesca para que este no controle lo que nuestro país se lleva o deja de llevarse de aquí. ¿Quién responderá de tanta injusticia?

“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados”
, he aquí mi Esperanza contra toda esperanza.

En el momento en el que escribo la niña de Atar puede haber muerto hace ya días, o quizás haya sobrevivido. Cuando pienso en cómo la gente es capaz de salir a delante con tantísimas carencias, a pesar de todos los problemas, no dejo de ver la mano de Dios que protege a sus hijos. La vida aquí es más que nunca un milagro.

Se convierte en una urgencia que eduquemos a nuestros hijos en el más profundo amor a la justicia sino estaremos abocados a la deshumanización total del hombre. Siempre será más fácil mirar a otro lado, perdiendo todo lazo de humanidad, si hemos crecido ignorando lo que es la justicia. Para mí la justicia es una de las manifestaciones más grandes del Amor. Y el Amor, Santi, todo lo puede, es más poderoso que todos los poderes de este mundo. No dejes de practicarlo ni un solo instante.

Escrito por S.., misionero español en Mauritania

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