La insuficiente respuesta de las movilizaciones de febrero


Las manifestaciones convocadas en todo el Estado por CCOO y UGT contra la reforma del régimen de pensiones y el retraso de la edad de jubilación han contado con una participación que se encuentra muy por debajo de la que resultaría necesaria para frenar los planes del gobierno.

Sin embargo, en muchas ciudades, el ambiente de las manifestaciones ha sido distinto al de la convocatoria del 12-D. El retraso de la edad de jubilación a los 67 años y la bajada de las pensiones a través nuevos sistemas de cálculo, son cuestiones ampliamente percibidas por la ciudadanía como un ataque directo a sus condiciones de vida. De esta forma, un cierto sentimiento de rabia contenida se ha podido percibir en esta ocasión entre los activistas más conscientes, cuadros y delegados de las centrales convocantes.

Pero también se ha evidenciado la dificultad que en los momentos presentes existe para movilizar a la clase trabajadora (más allá de la inoportuna hora de algunas convocatorias, entre ellas las de Madrid y Barcelona). Como bien dice el refrán, “Quien siembra vientos recoge tempestades”. Años y años de sistemática desmovilización y de adaptación al discurso neoliberal, han producido efectos nefastos entre la clase obrera. Y aunque los líderes sindicales- mucho más en el caso de CCOO que de UGT - han hablado de “no ceder”, lo cierto es que el “diálogo social” entre sindicatos, patronal y gobierno se halla nuevamente en marcha. Parece demostrarse así la incapacidad de las direcciones mayoritarias para alterar su política de concertación, por mucho que las circunstancias las fuercen a salir a la calle puntualmente.

Presencia de la izquierda sindical y anticapitalista

En las manifestaciones también se ha podido constatar la presencia de bloques de la izquierda sindical y anticapitalista, minoritarios pero relativamente nutridos, que han planteado las verdaderas alternativas del mundo del trabajo: desde la semana de 35 horas hasta la justicia fiscal, pasando por la defensa de los servicios públicos y del gasto social. Se ha exigido al conjunto del movimiento sindical la organización de una respuesta ciudadana capaz de forzar la retirada de las reformas antisociales y se ha llamado a trabajar para hacer posible una Huelga General.

Hay que lamentar la ausencia – o una limitada presencia en el mejor de los casos – de CGT en dichos bloques de izquierda. Tanto más cuanto que esta central, por su acreditada independencia, podría desempeñar en estos momentos un importante papel en la necesaria vertebración de un referente de lucha de clases para el conjunto del movimiento obrero. Aunque la vocación “pactista” de las direcciones sindicales mayoritarias es evidente, un número cada vez mayor de sus cuadros percibe la gravedad de la situación y la necesidad de reaccionar. Es preciso establecer lazos con este sector. Resulta obvio que tal actitud unitaria no tiene nada que ver con una adaptación al discurso y a las formas de hacer de las direcciones de CCOO y UGT. Nuestro objetivo ha de ser justamente el de allanar el camino de una Huelga General a la que esas cúpulas siguen oponiéndose y, más allá, el de ampliar la base social de un movimiento sindical combativo y anticapitalista.

Obstáculos a remover ante una crisis que avanza

Varios son los obstáculos que es preciso remover con el fin de cambiar la presente situación: en primer lugar hay que combatir la ilusión extendida- y fomentada por el discurso del gobierno -de que lo peor de la crisis ya ha pasado. La clase obrera ha de cambiar su “chip”: no es posible ninguna vuelta atrás, no es posible recuperar la época pasada de bienestar basada en un modelo económico que ha quebrado. Las soluciones han de venir de la mano de una oposición frontal a las políticas de “relanzamiento” que están aplicando los gobiernos neoliberales. Hay que decir y repetir en voz muy alta que existen políticas diferentes, acordes con las necesidades de la clase trabajadora, que es posible aplicarlas y que, caso de no hacerse eso, las consecuencias pueden ser gravísimas en términos de padecimiento y de pérdidas de derechos laborales y políticos para la gente trabajadora.

Prepararse para las conmociones sociales

Pero, aunque éste sea muy necesario, no va a ser únicamente el discurso anticapitalista el que convenza a la gente trabajadora de lo dramático de esta época. Los “colchones” que han atenuado los primeros embates de la crisis- subsidios de desempleo, indemnizaciones de despido, mínimas ayudas gubernamentales, apoyo de las familias alguno de cuyos miembros conserva aun el puesto de trabajo - van a dejar de ser efectivos en un cierto plazo. En la medida que la crisis golpee con dureza, las ilusiones concebidas se irán al traste. Por ello es de prever un aumento del malestar y de la tensión social cuya energía, si no se dirige de manera efectiva a plantear una respuesta anticapitalista a la crisis, puede desembocar en estallidos sin control además de ser caldo de cultivo de la extrema derecha y de su discurso xenófobo . Justamente porque una pasividad como la actual es improbable que se mantenga por largo tiempo, es por lo que el sindicalismo combativo y la izquierda anticapitalista han de mantenerse muy atentos, acumulando fuerzas, tejiendo lazos de unidad, extendiendo su discurso e impulsado las resistencias, para así ser capaces de dar sentido, coherencia y fuerza a futuras protestas sociales. Izquierda Anticapitalista pondrá todo lo que esté de su parte para ayudar a trabajar en esta dirección.

Editorial de Izquierda anticapitalista-Corriente alterna

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