CONSUMO RESPONSABLE Y ÉTICA EMPRESARIAL


El otro día, paseando por la calle Goya de Madrid, una zona muy comercial y siempre masificada de gente, vi que frente a la puerta de una tienda de ropa HyM, había una concentración de militantes de la CNT, que, megáfono en mano, informaba a los compradores y a los transeúntes, de que en aquel local se había obligado a firmar a un trabajador, la baja voluntaria, y éste se había quedado sin su derecho a una indemnización y a cobrar el paro. Me hizo gracia el contraste de las niñas pijas del barrio con sus bolsas de papel repletas de ropa a la última moda, y por otro lado, la precariedad laboral de aquellos que las surten de esas mismas prendas.
Todo está relacionado : si os fijáis en las etiquetas de aquella ropa, veréis que está fabricada en países del sudeste asiático, donde habría que investigar las condiciones laborales en las que trabajan los que las fabrican y las cosen.
Creo que cada día es más necesario que el consumidor juzgue el comportamiento ético de las empresas cuyos productos compra, y las premie o las penalice en función del trato que de globalmente a sus trabajadores, y por ende, al cliente final. La mayoría de veces, como compradores, sólo miramos el precio de los bienes que consumimos. Pero no le damos importancia a todos aquellos dramas y sacrificios humanos que implican que compremos barato. El que nosotros tengamos coches, ropa moderna, móviles, ordenadores, etc.. a precios asequibles, muchas veces, es así porque los costes de producción son también muy bajos. Y eso significa deslocalización de las fábricas a países sin derechos, o sueldos miserables allí y aquí, despido gratis y trato inhumano. La lucha in extremis por el beneficio y la rentabilidad empresarial, ha perjudicado a los componentes más débiles de la cadena productiva. Y casi siempre se acaba volviendo contra el consumidor, pues los productos son de peor calidad, malos para la salud e injustos socialmente, tanto para nosotros como para los países en via de desarrollo que los producen para que los consumamos.

Sin el deseo de hacer un análisis xenófobo contra los productos chinos sólo por su nacionalidad, ni un alarde de proteccionismo, debo dar mi opinión sobre el rechazo que me produce la invasión de comercios chinos en los barrios, pues el privilegiado régimen fiscal que les damos, por acuerdos sin nombre con las autoridades de la REPUBLICA POPULAR CHINA, hacen que hundan a parte del comercio tradicional de toda la vida, y los sustituyan con productos de mala calidad (aunque ahora están aprendiendo y empiezan a montar tiendas con un diseño más cuidado), y lo que es peor, con condiciones laborales detestables, pues no respetan horarios comerciales y abren el local cuando el resto de los comerciantes descansan.
Mi animadversión viene sobretodo de su contradición como nación, pues un Partido Comunista que debería velar por los derechos de los trabajadores, es sólo una excusa totalitarista de controlar un país ultracapitalista, voraz y contaminante, que está haciendo retroceder años luz los esfuerzos conseguidos por las luchas obreras por la dignidad y el respeto al trabajador y su descanso.
Son muy malos tiempos para la clase trabajadora, y quizá no tanto para la lírica.

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