
Echo de menos al camarero español, ese profesional dinámico y dicharachero, buen profesional y amable, a pesar de lo denostada que está su profesión hoy en día. Prefiero el buen servicio del camarero español, no por español, sino por buen trabajador. En Madrid, lo primero que noté de 5 años para acá, fue el descenso de la calidad en la hostelería. Con la avalancha de mano de obra barata de fuera, el empresario privilegió los sueldos miserables y la temporalidad, en detrimento de la formación. Nos sirven camareros extranjeros, que en su mayoría, y es lógico y respetable, no sirven para el oficio. Quiero decir, su paso por la hostelería es como trabajo de supervivencia, donde hay gran rotación, ya que estas personas, muchas con titulación universitaria y experiencia en otras profesiones en sus países, lo que quieren es ganar dinero e instalarse rápido, para poder progresar. Al empresario hostelero no le ha importado bajar la calidad del servicio en sus bares y restaurantes, ya que lo que le importa es la pasta, pagar poco al camarero. Como es una profesión con poca reputación, el cliente tampoco ha protestado, sigue pagando servicios malos a precios europeos, y ve normal la rotación, la poca estabilidad, y el mal humor general de camareros explotados.
La economía española se ha basado en la mano de obra no especializada en la construcción, cuidados a la tercera edad, servicio doméstico y hostelería, el sector servicios en general. Un modelo económico que empieza a fracasar por la incipiente crisis económica que comienza. Cuando se empiecen a marchar los emigrantes extranjeros, nos van a dejar en bragas. Nadie se ocupará de nuestros padres ancianos, no nos servirán el café y las tostadas, no construirán nuestras casas (ya hay bastantes, no hacen falta más), etc.. Entonces, espero que nuestros empresarios empiecen a cuidarlos, a ellos y a nosotros, que les/nos paguen lo que nos merecemos, que nos formen adecuadamente, que se respeten nuestros derechos laborales. Porque previsiblemente, si la crisis va a peor y sube el desempleo, aumentará la delincuencia, de ellos y de nosotros, y no nos interesa que esto degenere en racismo, xenofobia y violencia.
Si el Estado no pone los medios para que la Educación, la Sanidad y demás servicios sociales, se adecuen al incremento de la población, hay un claro peligro de que la situación se desborde, y que las masas empobrecidas de españoles e inmigrantes, convertidos en competidores por el trabajo precario y los servicios públicos, caigan en la tentación de ajustarse las cuentas de manera irracional. Y nadie quiere eso, ¿o sí?.
Porque es muy fácil pagar la frustración propia con el extranjero, con el otro. Y cada vez somos más los frustrados. Lo correcto sería exigir al gobierno y a los empresarios que corrijan la situación, pero lo normal será, tristemente, ver como la gente de clase media empobrecida pague su desesperación con los extranjeros, que estarán en su misma situación. En vez de unirse todos para pedir justicia y mejores condiciones, lo real será ver gente quemando contenedores y zurrándose entre sí, como pasó en los suburbios franceses hace un par de años. Si el Estado le niega al propio y al extranjero la integración en el sistema del bienestar, éstos acabarán dando problemas de orden público. Yo aviso porque no quiero convertirme en un fascista ni en un radical de ultraizquierda. Que no me obliguen a ello.
*NO HAY LIBERTAD SIN IGUALDAD.
(A ver si se aprende esto Zapatero y sus nuevos ricos)
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