COMUNIDADES, REGIONES, ESTADOS, NACIONES, CIUDADANOS


Estuve hace pocos días en Barcelona. Me gustó mucho la ciudad, la vi más europea que Madrid, más cosmopolita, quizá por la cantidad de turistas y residentes euroasiáticos que la habitan. Los precios también me parecieron de más allá de los Pirineos. Había que pagar por todo. Los museos, el teleférico, la Sagrada Familia, con precios desorbitantes, obviamente para turistas. Pero sus kilómetros de carril bici urbano, el paseo marítimo, las playas de la ciudad, su diseño urbanístico racional, la arquitectura, el arte siempre presente, el casco viejo gótico y medieval, me encandilaron.
Utilicé el servicio de Cercanías para trasladarme al Aeropuerto, nada que ver con la magnífica conexión del metro madrileño con las cuatro terminales de Barajas. La Terminal B y C del Prat confusas en su señalización, cutres, no pasé por la nueva T-1, de la que hablan maravillas. El Metro me pareció oscuro, gris, algo claustrofóbico y caro. Sus indicaciones también me parecieron más complicadas que las del Metro de Madrid, más luminoso y colorista. No hago esta descripción para comparar una capital con otra, con la intención de minusvalorar a Barcelona. Nada más lejano en mi intención. Siempre he pensado que Barcelona se merecía más financiación, más infraestructura, al mismo nivel que la capital de España. No me parece de recibo que un catalán tenga que pagar por circular por sus autovías si quiere desplazarse a Girona o Tarragona, al resto de España por la AP-7 o hacia Francia. Por eso estoy a favor de que se invierta más y mejor en el servicio de Cercanías de Barcelona, en el Prat, como se ha hecho, en su metro, en autovías públicas y gratuitas, etc.. Lo que no estoy tan seguro es de que sea más efectivo ceder todo este dinero a la Generalitat para que lo gestione, pues creo que lo invertiría más en la construcción nacional de Cataluña, en la normalización lingüística, etc.., que en todo aquello más cercano y necesario para el ciudadano. Barcelona y Cataluña se merecen los mismos servicios que Madrid, al igual que Bilbao, Valencia, Sevilla, Málaga, La Coruña, Zaragoza, etc.., para crear una red de interconexión de ciudades grandes españolas. Lo que no me convence, es que la posible solución a esto esté en el traspaso de casi todos los servicios básicos a las comunidades autónomas en un modelo federalizante en el que el estado central no pueda decidir ni intervenir, una vez que el estado de las autonomías quede cerrado. Pienso, y quizá me equivoque, que la conversión de España en un estado federal asimétrico e improvisado, en el que el estado central desaparezca, sólo dará alas a la ideologización nacionalista de la gestión del territorio regional y local. Se puede descentralizar, ceder poder de decisión, pero dentro de unas reglas de juego bien marcadas. Una autoridad regional no puede decidir qué idiomas prioriza ni abrir embajadas político-culturales en el extranjero sin contar con el estado central. El dinero del estado central no debe ni puede subvencionar la creación de otros miniestados. La descentralización está para ayudar a los ciudadanos, no para dejarlos en manos de una autoridad ajena a sus intereses. Si descentralizas, es para hacer más competentes y efectivos esos servicios públicos, no para crear pequeñas instituciones nacionales de un posible país en creación. Yo me siento regionalista andaluz, federalista andaluz porque deseo lo mejor para mi tierra, tantas veces olvidada en el desarrollo y el progreso. Pero no quiero ver ninguna falsa y artificial construcción nacional andaluza que tenga como modelo Cataluña, Euskadi o incluso Galicia. Admiro la capacidad y la habilidad creadora, empresarial y de luchar por lo suyo de los catalanes y de la gente del norte en general, pues son un motor de desarrollo y de dinamismo. Creo que todo esto mejora y beneficia al conjunto del estado. Si se utilizara como causa por el bien común español, sería un hallazgo. Seríamos los alemanes del sur de Europa. Pero lo triste es que poca gente cree ahora en este país llamado España. Si cada uno, desde su tierra, aprovechara la descentralización para mejorar este país, realizaría un gran trabajo que beneficiaría al conjunto de la comunidad española.

Comentarios

Juanra ha dicho que…
El problema reside en que tenemos una élite de políticos que se atribuyen la representación del pueblo ( que no tienen) para medrar con la ideología nacionalista y el dinero público.

Ni siquera el presidente del Gobierno, el inefable ZP, tiene claro el concepto de nacióne española (dijo que era un concepto discutido y discutible, o algo así). Por tanto, España, está condenada al fracaso al tiempo que saqueada por la "casta" política.

Saludos.