El fin de la sanidad pública tal como la conocemos

Ayer fui a ponerme unas vacunas (contra la ira y la desesperanza, entre otras enfermedades tropicales) en el servicio de Atención al Viajero del Hospital Carlos III de Madrid. Sus instalaciones estaban empapeladas de carteles, sábanas y pancartas denunciando su futuro desmantelamiento, privatización de servicios y copagos farmaceúticos. Tuve que abonar el "repago" de las vacunas en la farmacia, y llevarlas de nuevo al hospital para que me vacunasen. El mismo doctor, por cierto muy amable y competente, me comentaba que nadie sabe hasta donde van a llegar los recortes, y yo pensaba que probablemente esto sea sólo el principio. En Portugal pagan 20 euros por ir a urgencias y 5 eur por consulta médica, y ya hay muchos pacientes que dejan de ir al médico de la sanidad pública por no poder pagarlo. (No por saturar alegremente y sin necesidad las urgencias, como nos quieren vender nuestros "magníficos gestores", esbirros de la empresa privada). Hasta cierto punto, mis vacunas no eran producto de una necesidad acuciante, con lo cual asumí el repago con resignación, ya que necesitaba ponérmelas para un viaje de placer que no es algo imprescindible, pero pensé en todos aquellos enfermos crónicos, nacionales e inmigrantes que no tienen dinero para abonar las medicinas, e incluso carecen de tarjeta sanitaria y derecho a la asistencia médica gratuita. Sentí, que pese a todo, aún podía darme con un canto en los dientes, porque no sé si mañana seguirá existiendo el Carlos III, ni la sanidad tal como la conocemos..

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