Los límites del debate

Me interesa conocer los límites del debate. Si en la época del peor terrorismo de ETA, el límite era muy estrecho, ya que los asesinatos prohibían debatir sobre causas, independencia, presos políticos, tortura, porque inmediatamente podías ser acusado de amigo de los terroristas ya que parecía que hablabas su mismo lenguaje, después el límite se mantenía con la monarquía, la vida privada licenciosa del rey, etc.. Ahora mismo vivimos una época asfixiante en cuanto a los límite...s. Terrorismo yihadista, anarquistas detenidos, violencia de género, tauromaquia. En el caso de la violencia de género, por culpa de una minoría de salvajes que matan a sus mujeres e hijos, los hombres hemos interiorizado una especie de culpabilidad que nos impide cuestionar, sin sentirnos señalados como machistas, todas estas políticas institucionales alrededor de la mujer, que ni han impedido los asesinatos ni los seguirán impidiendo, pero que implican una especie de sopa boba de subvenciones a organismos, psicólog@s, oficinas, institutos, casas, etc.. Y de esto no escapa ni la derecha ni la izquierda. Se ven banderolas, carteles, pancartas en ayuntamientos con un Basta ya de violencia machista, que no analiza las causas reales, educativas, culturales, de culpabilización del hombre en leyes de separación y divorcios donde éste tiene que demostrar que es inocente el doble o el triple de veces que su mujer en un conflicto matrimonial,a la hora de repartirse bienes y custodias de hijos. Pobre del político hombre que cuestione este sistema jurídico y a la caterva de abogad@s, jueces/as, psicólog@s y asistentes sociales cuya existencia sólo se justifica por estos casos. Ningún hombre se atreverá a solidarizarse (quizá en privado y en círculos muy íntimos) con esos otros hombres jodidos por la ley y sus ex. Y en otros países, este ambiente es aún peor. Recuerdo hace años, en una cafetería de un aeropuerto, cuando le contaba una anécdota a mi mujer en un tono elevado de voz y haciendo aspavientos con las manos (soy español y latino), escuché a un grupo de alemanes jóvenes decir algo sobre machismo mientras me miraban. O sea, en otros países no puedes discutir con tu mujer, ni contarle un chiste a viva voz con interpretación añadida, no vaya a ser que lo interpreten como violencia doméstica.
El límite del debate, su censura en la dictadura de lo políticamente correcto, es contraproducente porque fomenta el rencor y la reacción contraria. No poder hablar de la liberación de Otegi es tan frustrante como no poder cuestionar las políticas institucionales alrededor de la mujer. Y sé que puede ser demagógico, pero no más que un obispo comparando el aborto con las cámaras de gas del Holocausto.

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